EL CAMINO

Dejar atrás la ciudad de Sharm el-Sheij, ubicada entre el desierto de la península del Sinaí y el mar Rojo, salir al encuentro de los Beduinos como preámbulo de mi peregrinación a Tierra Santa, me llevó a escribir las primeras reflexiones de este viaje de casi 20 días que iré contando poco a poco, a medida que vaya sacando el tiempo para dejarlo aquí, en esta bitácora querida. 

Esperar la caída de la tarde con estos moradores del desierto fue un regalo de la vida para entender la sencillez, la calma y la hospitalidad. Las horas pasaron más rápido de lo que hubiese querido pero fueron suficientes para comprender alrededor del fuego mientras se preparaba el té Chaí que el camino siempre es diferente para todos y ahí radica la importancia de entender nuestro recorrido. 

Debemos saber cuándo dejar atrás un lugar, estar listos para recoger nuestras cosas y partir cuando allí ya no haya nada que nos alimente. 
Así lo hacen estos nómadas y nos enseñan que en el camino siempre encontraremos otros lugares con sombra para armar nuestras tiendas y descansar el alma.

Escuchar el silencio, rosar las imágenes, besar nuestro propio desierto nos ayuda a percibir mejor el universo. Unas pocas fotos para no saturar la entrada pero a través de ellas les dejo los colores de la tierra, la voz del desierto y este paisaje poético.






Por aquí seguimos, combinando los viajes con el trabajo y tratando de sacar el tiempo para alimentar este blog. Ojalá pueda ir dejando pequeñas entradas y así compartir esta hermosa travesía, intima, personal... mi peregrinación a Tierra Santa, una experiencia de vida que toca de manera diferente a todos los que allí llegan.

Un abrazo en el aleteo amoroso de la poesía, que es la vida misma.